lunes, 10 de octubre de 2011

Lo más complicado de todo siempre es el inicio. Invoca a los aedos a ver si ellos consiguen algo más que volver al olvido. Dos balas en la retina de tu boca, en la recámara de aquella mentira que sabía a ruido y olía a tequila. Apareces de pronto detrás de la puerta medio abierta y sonríes y disparas. Así. Como si lo más fácil fuese volver al principio. En este tablero donde me quedo sin cartas y sin rey, As de corazones, devuélveme la carcasa. Quiero volver a ser ese corazón coraza.
Soy leve y floto, producto de este roto que me mueve y te conmueve, que me mece de madrugada para que no te oigan las lunas ahogadas. Ahora bebo con ellas y les digo tu nombre, a veces me callo y miro al hombre que gira la cabeza para no gritar sus penas. Atrévete a decirme que tú no lloras. Dime su nombre, que lo tatúe en la piel negra que calcina encima de la costra. Es la hora de la droga. Salta al vacío del vaso que vuelcas viendo las caracolas de humo trepar por la luz de la farola: a oscuras hasta las olas de la locura parecen caminar solas.
Este es el momento de girar a gran velocidad con los brazos abiertos. Vamos a volar por encima del resto. Entre las letras nuestro templo y más allá el tiempo que nos dice que no están muertas. Las alas que posas en el vértice del sentimiento pero te miento: no quiero el lamento arrodillado que me pida que vuelva. No vamos a volver. Aquí arriba se está demasiado bien.














enc.

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