domingo, 11 de marzo de 2012

Se me han olvidado sus manos.
En las elegías no vale llorar por si se emborronan los recuerdos.
Las palabras son sordas. Nadie lo sabe hasta que se vuelve mudo. El dolor de garganta no se traga, ni aún cuando se intenta respirar por dos y te ahogas.
Los alambres, hilados en la carne, son tensores de segundos que se desatan por las noches. Por la noche. Se prenden de los ojos que dejan de dar luz y también de las sonrisas que saben a tiempo, a mucho tiempo. A pasado y a blanco y negro.
Tiritar siempre fue una opción. Fue la opción de recordar el frío y sus ecos de marzo, la voz perdiéndose en un ven cuando quieras. Nunca me fui.

No puedo recordar sus manos. Y eso sí que no.



Para M. Desde mi cielo.














enc.