viernes, 29 de mayo de 2009

Abro las puertas a empellones. Detrás no hay nada, pero mi razón se niega a aceptarlo. En cada esquina, cada rincón, se acumulan pelusillas juguetonas, y el perfume de una presencia. Araña la luz de la luna las rendijas de la ventana. Quiere buscar conmigo. Un suspiro se me escapa entre los dedos. Acelera mi corazón su bombear, y una sombra me vadea los ojos. La realidad se desploma pesadamente, como una gran piedra, como una hendidura profunda en la piel, que poco a poco perfora, y comienza a gotear una lágrima de sangre. Su risa estridente, histérica, provoca mi ira. Resuena en mis oídos, inunda mi cabeza, y desborda un grito en mi garganta. La certeza de la ausencia se deja ver al trasluz. Siempre odié su puta cobardía. Noto el frío acariciar de la baldosa en mis manos. Me arrodillo en el suelo, me encojo, me aprieto contra la pared. Tirito. Tiemblan mis manos sin saber a qué aferrarse. Un mar de rabia truena dentro de mi, y descargo bofetazas y puñetazos en el cemento. Un puño alzado, que grita libertad. Libertad. Me da asco el olor. Huele demasiado, me dan arcadas. Se clavan a la vez todos los alfileres en mi alma, la desgarran, la trocean. Queda hecha un trapo, suciamente tirada. No me importa pisarla. Escupo. Escupo todo lo que quiero chillar, y lo que mi silencio calla. Vacío. Todo sigue vacío. Baja del cielo un Dios, y me cuestiona con la mirada. Me río en su puta cara, y vuelvo a escupir. No me importa ir al infierno. Esto es el infierno. No me importa. No me importa morir, ya no siento. No tengo luz, me la ha robado la luna. No puedo siquiera llorar, tengo los ojos secos. Giro mi cabeza, agacho la cara, y abro la boca. Vomito. Vomito todas las palabras que no dije. Vomito todo el dolor que revuelve mi estómago. Vomito todas las lágrimas que no destilan mis ojos. Todos los besos podridos, mohosos y revenidos que guardo para nadie. Me abandonan las fuerzas, un hormigueo cosquillea en mis venas. Pienso con esperanza en el abrazo del sueño, pero vuelvo a resurgir con un nuevo relinchar. Ya no tengo sueños. Son oscuras y amargas mis pesadillas. Despierto bañado en sudores fríos, y ardiendo por dentro. Me quema. Desgarran mis músculos de fuego, y como cables de acero latiguean mi cuerpo. Aprieto los dientes con fuerza. Después del dolor solo hay dolor. Una última vez nace un brote de esperanza en mis manos. Imagino, imagino que rasgo mis ojos y se va la ola de calvario. Has vuelto.
Destapo mis pupilas, y vuelve al ataque la espada. Se clava, certera, en mi corazón. Queda clavada la estaca, sostenida por mis costillas, y me apoyo en la pared. Resbala mi cuerpo por el muro, dibujando una mancha carmesí a su paso, y ruedo por el suelo. Se me escapa un último suspiro de entre los dedos. No has vuelto.












enc.

lunes, 25 de mayo de 2009

Siéntate en la ventana, mira la gente pasar.
Hoy no veo a nadie, hoy no veo nada. Tengo los ojos cerrados, y el alma en carne viva.
No entiendes.
No entiendo nada. Parece que se ha apagado una luz, y que no hay luna para mí. Ando a tientas, tropiezo, y me caigo. Y no hay nada para agarrarme. Es vacío todo lo que hay. Siento opresión en el pecho, dolor en los brazos, y me zumban los oídos. Mi cabeza pesa, y mis párpados parecen telones de acero. ¿No lo nota? El tacto de mi piel es frío. Lo siento. No sé que pasa. ¿Por qué me lloran los ojos? No puedo moverme. A veces, siento un escalofrío. Seguro que afuera nieva. Oigo, por encima del asqueroso zumbido, el grito de un niño. Creo que tiene miedo. Cierre la ventana, está entrando aire...
Levántate, no puedes quedarte embobado, ahí, todo el día.
...¿sabes? Creo que tengo entre los dedos una amapola. Si, creo recordar su tacto. ¿Por qué no me pasa un cigarrillo? Mejor un vaso de algo fuerte. La lejía irá bien, sí, gracias. ¿Se acuerda de ella, verdad? Yo no hago más que pensarla... no sé por qué, nunca lo hice. De hecho, nunca la quise. No me entiendo. ¿Usted me entiende? A veces me da un golpe el corazón, así como si protestase por algo, o le doliese tremendamente el vendaje. Lo ha vendado bien, ¿verdad? Otras veces late bajito... como si temiese despertarme, o no quisiese hacer ruido. Era tan guapa... nunca vi ojos como los suyos. Parecía que había guardado el mar en ellos, desvestían todo lo que miraba, me sentía tan vulnerable... y tremendamente estúpido. ¿Recuerda su olor? No, claro, yo tampoco... creo que era dulce. Ay, me tira la cicatriz. ¿Es normal, no? Su pelo era una cortina negra al viento, era el velo de mis sueños, la caricia de mis manos... jugaba con las hojas en otoño, y con las mariposas en primavera. Acérqueme el fuego, por favor. Gracias. ¿Sabe? Ahora parece que me duele menos. Sí, no sé, será la pastilla. Creo que se me ha dormido la pierna. Tampoco noto el retumbar en el pecho. Se habrá dormido. ¿Cuando podré abrir los ojos? No sé por qué tengo un panel de abejas en los oídos, ni porqué embotellada la cabeza. ¿Estoy enfermo?
Duerme.
No puedo dormir. Ya le he dicho, tengo los ojos cerrados, pero ella no se quiere ir de mi cabeza. Me pregunto que demonios querrá. Creo que le hice daño... le dije que no le amaba, ¿sabe usted? Y se fue... y ahora no sé donde está. Desde que no la encuentro estoy así, y tampoco sé por qué. ¿Es normal? Creo que no le amaba... pero sabe, creo que a lo mejor me equivoque, ¿cómo sabe usted cuándo ama a alguien? Yo creo que nunca lo sabré.












enc.

viernes, 22 de mayo de 2009

Paseaba mi mirada
por el cielo morado,
y un beso he lanzado,
por si caía en tu regazo.
Rozaba los árboles con mis yemas,
mientras cruzaba arrozales,
y entre mis manos sostenía,
trozos de tierra seca.
Despuntaba la estrella a la mañana,
y mojábase el sol en la mar,
no quedaban grillos a la orilla,
pero el camino seguía sin andar.
El tintero de roja sangre,
impregnaba madera y sal,
sucumbía la vela en tu cuerpo,
cuando despedía olor acre.
Porque es la pared en la espada,
la que hierve bajo cero,
la que calienta la nieve,
la que dobla navajas.
Dos y dos nunca fueron cuatro,
y son cinco los ángulos del triángulo.
Escribo.
Idolatro.
Vulnero.
Busco mi elixir.
¿He dicho que escribo?
Bah.
Esto no es escribir.












enc.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Hoy, no son mis palabras las que echarán raices aqui. Es el trozo de tu corazón, que está en el mio. No son mis palabras las que echarán raices, es mi corazón.

Nunca pido que guste algo de lo que hay aqui. Ni que lo leais, siquiera. Sin embargo, hoy hago una excepción.

A veces me siento como
Esa rama del ciprés
A tres metros de altura
Que soporta dos cinturas
Frente al atardecer,
O me siento como
La baldosa de la estación
En la que cae
El pañuelo de las lágrimas,
O como el envidioso candelabro
Que ilumina dos miradas.
A veces me siento como
El teléfono
Del “te llamo” o “no te llamo”,
O como la luna
Brillando por tu ausencia.
A veces me siento como
El humo,
Efímero en tu interior
Y hacia el viento sin rumbo,
O como esa cama
Cansada del vaivén,
Del amor de viene y va.
Pero a veces,
Y solo a veces,
Me siento extraño.
Porque a veces,
Y solo a veces,
Me siento como un “tú”.



No tengo más palabras. Gracias.

inapariencias.blogspot.com

lunes, 18 de mayo de 2009

Soy, una mirada velada reseñando gotas en el espejo. Soy la encrucijada del camino que prende rumbos dispares. Soy la dehesa bronceada por el astro, combinada con el azul moteado de blanco, y el despeinar del trigal por el arraigado viento.
El calado de la ola en el médano, después del tifón en el desierto, son mis ojos. La pluma rayando el papel, cuando sangra nácar carmesí, son mis manos. El beso tiznado de hulla y salazón, pero con sabor a menta, son mis labios. Son mis pies los que muelen cantos en el sendero y levantan polvo al caminar. Son cuchillas áureas y herrumbrosas, trenzadas en el trabazón mecánico del tiempo, las que dan forma a mi corazón.
Es savia en el mechero, y hierbabuena en el vaso; son lágrimas en el mar y relinchos en el silencio, lo que trota por mis venas.
Guarda el espantapájaros de tela en su celosía, tras sus huesos de leño, mi alma enmohecida, para que solo la vean a través de rejas.
Son los verbos en pretérito los que se acuerdan de mis sueños, y el futuro compuesto el que dicta próxima estación.
Cargado de amarguras desfila el tren a medianoche, y pierde humo en cada curva como pierde estaños la montaña.
Años son las huellas clavadas en el fango, al igual que las flores robadas de los árboles. Años son, gentes y fantasmas, y pesadillas por las noches. Años son caladas. Y desesperos.
Mis operaciones aritméticas nunca dan exactas, pues perdí el número que iba después del trigesimonoveno gracias.
Y es que soy, como digo, el edén bonancible tras cada ladrillo; y la sonrisa trastabillada en la cárcel del olvido.












enc.

lunes, 11 de mayo de 2009

Y su cuna fue su féretro, nació y cerró los ojos, no llego a vislumbrar el cielo opaco.
Alzó la mano intentando acariciar el ala del viento, y sus dedos rozaron el vaho que dejó la estela.
Una palabra luchó por salir de su garganta, pero se quedo en tenue gorjeo.
El mar se secó en sus ojos al limpiar con él una lágrima.
Quiso ser libertad, y sólo levantó un puño cerrado.
Buscó entre sus dedos el que señalase el camino al descubrir cinco desvios.
Supo tomar decisiones, pero nunca supo si fueron las correctas.
Le hubiese gustado perderse en los ojos tuyos pero no se atrevió a levantar la mirada.
Acercaba la piel a la piel tuya pero siempre le parecia que quemaba.
Arañó la cortez de un árbol y magulló sus nudillos en arañazos.
Golpeó la tierra por si un hoyo pudiese enterrar su pretérito.
Entiende a la gente que no le entiende.
Corrió la tinta en el papel al igual que el deseo en el cuerpo tuyo.
Fricción en el cigarrillo, y le parece que se gasta demasiado rápido.
Que amargo le parece el liquido del vaso, casi tanto con los besos.
No le gusta la comida recalentada, ni el agua fría.
Le gustas tú.
Bueno, ¿qué? ¿Me besas?












enc.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Al despuntar el alba,
tirita el frío en las ventanas,
a la vez que rasgo mi lápiz en papel,
a la tenue luz de la vela.
Yo, que no duermo ya,
y descarrilo sílabas en cada renglón,
busco debajo de los contenedores.
Un grito de rabia y un sollozo adherido,
una herida ensañada que marca,
el arañazo en mi piel;
por el que brotan palabras de humo y alcohol.
El romántico tedio yerma la tierra,
siembra el camino de rotas cadenas,
y las manos de aire,
y los ojos de agua.
Sin distinción de día o noche,
pulula la lechuza tras cada luna.
Palpitan los papeles rebosantes de sangre,
resurgen los clamores de las mareas de piedras
empalabradas, arrojadas
contra las vertientes del sur.
Suyo cristal, hecho cachos diminutos
en el puto frío suelo.
Todo irá a la basura.












enc.

sábado, 2 de mayo de 2009

Tengo un reloj que se para,
cuando silba el viento en mi guitarra oxidada,
y difumina melodías algo desafinadas.
Tengo un cigarro que se consume,
cada vez que de una calada se desprende tu perfume.
Tengo en la lengua palabritas dobladas y cosidas con seda,
que se pierden en cada rescoldo de mi alameda.
Tengo susurros que acarician flores
en tardes de calor y dolores.
Tengo nociones de tiempo eterno,
y eterno tiempo para hallar nociones.
Tengo cuerdos ideales,
y fantasías fuera de mis cabales.
Tengo un corazón guerrero,
con lanza de hierro y armado en un féretro.
Tengo los pies en el suelo,
y la cabeza en las nubes buscando viejos anhelos.
Tengo sangre caliente y brotante,
llena de palabras relinqueantes.
Tengo realidades y sueños,
sin amos ni dueños.
Tengo te quieros en un cajón,
esperando la ocasión para hacerlos volar,
a tierras lejanas descontaminadas,
de besos de queroseno
y de amor de colchón.




De besos de queroseno...
De amor de colchón...
De amor de contenedor...












enc.