sábado, 31 de enero de 2009

Por los tenebrosos rincones de mi cerebro, acurrucados y desnudos, duermen los extravagantes hijos de mi fantasía, esperando en silencio que el arte los vista de la palabra para poderse presentar decentes en la escena del mundo.
Fecunda, como el lecho de amor de la miseria, y parecida a esos padres que engendran más hijos de los que pueden alimentar, mi musa concibe y pare en el misterioso santuario de la cabeza, poblándola de creaciones sin número, a las cuales ni mi actividad ni todos los años que me restan de vida serían suficientes a dar forma.
Y aquí dentro, desnudos, deformes, revueltos y barajados en indescriptible confusión, los siento a veces agitarse y vivir con una vida oscura y extraña, semejante a la de esas miríadas de gérmenes que hierven y se estremecen en una eterna incubación dentro de las entrañas de la tierra, sin encontrar fuerzas bastantes para salir a la superficie y convertirse, al beso del sol, en flores y frutos.
Conmigo van, destinados a morir conmigo, sin que de ellos quede otro rastro que el que deja un sueño de medianoche, que a la mañana no puede recordarse. En algunas ocasiones, y ante esta idea terrible, se subleva en ellos en instinto de la vida, y agitándose en formidable aunque silencioso tumulto, buscan en tropel por donde salir a la luz, de entre las tinieblas en que viven. Pero ¡ay, que entre el mundo de la idea y el de la forma existe un abismo que sólo puede salvar la palabra, y la palabra, tímida y perezosa, se niega a secundar sus esfuerzos! Mudos, sombríos e impotentes, después de la inútil lucha vuelven a caer en su antiguo marasmo. ¡Tal caen inertes en los surcos de las sendas, si cesa el viento, las hojas amarillas que levantó el remolino!
Estas sediciones de los rebeldes hijos de la imaginación explican algunas de mis fiebres; ellas son la causa, desconocida para la ciencia, de mis exaltaciones y mis abatimientos. Y así, aunque mal, vengo viviendo hasta aquí paseando por entre la indiferente multitud esta silenciosa tempestad de mi cabeza. Así vengo viviendo; pero todas las cosas tienen un término, y a éstas hay que ponerles punto.
El insomnio y la fantasía siguen y siguen procreando en monstruoso maridaje. ¡Sus creaciones, apretadas ya como las raquíticas plantas de un vivero, pugnan por dilatar su fantástica existencia, disputándose los átomos d la memoria como el escaso jugo de una tierra estéril! Necesario es abrir paso a las aguas profundas, que acabarán por romper el dique, diariamente aumentadas por un manantial vivo.
¡Andad, pues! Andad y vivid con la única vida que puedo daros. Mi inteligencia os nutrirá lo suficiente para que seáis palpables; os vestirá, aunque sea d harapos, lo bastante para que no avergüence vuestra desnudez. Yo quisiera poder cincelar la forma que ha de conteneros como se cincela el vaso de oro que ha de guardar un preciado perfume. Mas es imposible.
No obstante, necesito descansar; necesito del mismo modo que se sangra el cuerpo por cuyas henchidas venas se precipita la sangre con pletórico empuje, desahogar el cerebro, insuficiente a contener tantos absurdos.
Quedad, pues, consignados aquí como la estela nebulosa que señala el paso de un desconocido cometa, como los átomos dispersos de un mundo en embrión que avienta por el aire la muerte antes de su creador haya podido pronunciar el fiat lux que separa la claridad de las sombras.
No quiero que en mis noches de sueño volváis a pasar por delante de mis ojos en extravagante procesión pidiéndome, con gestos y contorsiones, que os saque a la vida de la realidad, del limbo en que vivís semejantes a fantasmas sin consistencia. No quiero que al romperse esta arpa, vieja y cascada ya, se pierdan, a la vez que el instrumento, las ignoradas notas que contenía. Deseo ocuparme un poco del mundo que me rodea, pudiendo, una vez vacío, apartar los ojos de este otro mundo que llevo dentro de la cabeza. El sentido común, que es la barrera de los sueños, comienza a flaquear, y las gentes de diversos campos se mezclan y confunden. Me cuesta trabajo saber qué cosas he soñado y cuales me han sucedido. Mis afectos se reparten entre fantasmas de la imaginación y personajes reales. Mi memoria clasifica, revueltos, nombres y fechas de mujeres y días que han muerto o han pasado, con los días y mujeres que no han existido sino en mi mente. Preciso es acabar arrojándolos de la cabeza de una vez para siempre.
Si morir es dormir, quiero dormir en paz en la noche de la muerte, sin que vengáis a ser mi pesadilla maldiciéndome por haberos condenado a la nada antes de haber nacido. Id, pues, al mundo a cuyo contacto fuisteis engendrados, y quedad en él como el eco que encontraron en un alma que pasó por la Tierra sus alegrías y sus dolores, sus esperanzas y sus luchas.
Tal vez muy pronto tendré que hacer la maleta para el gran viaje. De una hora a otra puede desligarse el espíritu de la materia para remontarse a regiones más puras. No quiero, cuando esto suceda, llevar conmigo, como el abigarrado equipaje de unos saltimbanqui, el tesoro de oropeles y guiñapos que ha ido acumulando la fantasía en los desvanes del cerebro.














Rimas y leyendas, G.A. Bécquer
Introducción

jueves, 15 de enero de 2009

Hasta la linea recta...

Me da vértigo el punto muerto, la marcha atrás, vivir en los atascos, los frenos automáticos, y el olor a gasoil. Me angustia el cruce de miradas, la doble dirección de las palabras, y el obsceno guiar de los semáforos, me arruinan las prisas, y las faltas de estilo, el paso obligatorio, las tardes de domingo, y hasta la linea recta. Me enervan los que no tienen dudas, y aquellos que se aferran a sus ideales sobre los de cualquiera, me cansa tanto tráfico y tanto sin sentido.

Parado frente al mar, mientras el mundo gira...







Standby, Extremoduro.

miércoles, 14 de enero de 2009

Crack. Y se rompió.

lunes, 12 de enero de 2009

En una ola de mar

Dibujar corazones en la arena con mensajitos en clave, como cuando no era más que una niña (he dejado de serlo?) y me imaginaba que las olas del mar no los borraban, que solo se los llevaba para ponerlos en otras playas, y entonces había un niño que los leía y no entendia mis mensajitos, porque la clave era totalmente secreta, y yo me reía por lo bajini. Creo que nunca he perdido la esperanza de que uno de los muchos dias que malgasto arrastrando los pies por la arena de la playa, aparezca uno de esos corazones con mensajito, que todo el mundo alguna vez ha escrito en la playa con la esperanza de que sean inmunes a la furia de las olas, y perdure para siempre. Tu eres mi corazón con mensajito en la arena. Te escribí con la esperanza de que nunca fueses arrastrado por el agua, pero como siempre, tan sólo duro lo que tarda el mar en coger impulso en una nueva ola... y te fuiste. Lo peor, que aquí sigo sentada, en la misma playa, esperando a que la ola vuelva al mar para ver si debajo aparece de nuevo. Pero no, eso no era lo peor. Lo tremendamente peor, es que he recorrido cada playa, cada granito arena, cada mar, y no te he encontrado en ninguna. Tendré que perder toda esperanza...




enc.

domingo, 11 de enero de 2009

hoy toca despedir el dia con, seguramente, la más triste palabra que pueda escribir. hoy, toca revolver los cajones, los cajones no, el cajón, el que está entre el cajón de las alegrias, entre el cajón de los recuerdos felices y el cajón de las sonrisas. hoy, toca cerrar los ojos y dormir, y mañana, abrir los ojos para ver ,que toca volverlos a cerrar. hoy, no toca nada. hoy, toca decir... adiós.





enc.

viernes, 9 de enero de 2009

Humo...

Se dibuja en mi cara una sonrisa, pintada con carmín y rosas, tan solo ver tu estela de estrellas fluorescentes pasar, y tu paso desmedido, cansado, agónico, por mi lado. No es más que tu silueta, una ilusión de delirios y olor a fragancia de desengaño. Cada vez que intento alcanzar el cielo con los dedos se aleja un poquito más… se burla de mi, se ríe de mí. Tú, juguetón, no haces más que imitar su irresistible afán de majestuosidad, grandeza, orgullo y perdición. Es cuando me tumbo en el húmedo suelo cubierto de verde y mullida hierba en las tardes de verano y levanto mi mano, extendiendo tanto mis dedos como mi deseo, y veo que las nubes esquivan huidizas mi caricia, para revolotear y dibujar contornos y sueños en el lienzo azul, y es, entonces, solamente entonces, cuando percibo el olor de tu recuerdo, y te imagino sentado en una de esas blancas nubes, saludando desde lejos, como haces siempre, tan inalcanzable, efímero, tan etéreo e incorpóreo. Tan perdido, tan vagabundo, como lo eres, como lo eres en mí. No puedo más que pensar que eres esa sombra, como la conciencia que me persigue siempre, que está eternamente condenada a viajar a mi lado, a disfrutar, a reír, a llorar, a volar, a vivir conmigo, pero cuan triste y dolorosa realidad, ver que no es más que esa voluta de humo gris, blanco o negro que exhalo al fumar, al fumarte. Y te quemo con una llama azul de disculpa, pero te consumes, con el tabaco barato, amargo y malo, como si fueses solo el aro que dibuja mi boca a bocanadas de humo, y no puedo pensar, que quizás, esa sea la única ocasión que roces mis labios, que te aspire, que te huela, que te tenga dentro. Que no seas más que ilusiones lejanas, perdidas, inexistentes… como el humo… solo humo… humo…






enc.

jueves, 8 de enero de 2009

Por mucho que retroceda en mi memoria, siempre oigo el mar. Mezclado con el viento en las agujas de los filaos, con el viento que no cesa, ni siquiera cuando te alejas de las costas y te adentras por los campos de caña es el ruido que ha arrullado mi infancia. Lo oigo ahora, en lo más profundo de mí, me lo veo adondequiera que voy. El ruido lento, incansable, de las olas que rompen a lo lejos en la barrera de coral y que vienen a morir en la arena del Río Negro. No pasa un solo día sin que vaya al mar, no pasa una sola noche sin que me despierte, con la espada húmeda de sudor, sentado en mi camastro, apartando la mosquitera e intentando percibir la marea, inquieto, lleno de un deseo que no comprendo.
Pienso en él como en una persona humana, y, en la oscuridad, todos mis sentidos están alerta para oírlo llegar mejor, para recibirlo mejor. Las gigantescas olas saltan por encima de los arrecifes, se desploman en la laguna y el estruendo hace vibrar tierra y aire como una caldera. Lo oigo, se mueve, respira...





El buscador de oro
, J.M.G. Le Clézio
Premio Nobel de Literatura 2008

miércoles, 7 de enero de 2009

Más polvo que tierra...

Vuelven mis dedos a posarse en los pétalos de las flores de invierno, al igual que acarician la pluma y el papel, corriendo veloz, levantando ráfagas de polvo y chorros de fuego ardiente. Quizás hoy mis palabras mudas, quizás mañana las de la experiencia y el reconocimiento, quizás, algún día, mis palabras mudas expertas, y mi absorto reconocimiento. Hoy, de nuevo, sin más ni más, decido volver a soñar, decido volver a volar...







enc.