viernes, 18 de febrero de 2011

¿Revolución?
Revolución es que la luna te mire entre los tejados de la ciudad de humo, y te guiñe los ojos mientras contaminas con una respiración. Revolución es seguir la linea impertérrita que separa los alambres del cuerpo de una vela. Y su llama. Su llama es revolución.
Revolución es ritmo incesante y candente, resbalar en el renglón y derrapar en la curva de un eje torcido: el de no decir nada con mil palabras.
Revolución es amarte aunque mi cabeza no quiera. Me odie. Salir sin camisa y con el torso incandescente de lucha a la calle desierta, a los edificios vacíos que procuran un hogar a almas vagabundas.
Escribir sin pensar o sentir sin escribir. Es la hilandera de prejuicios que me asesinan a golpe de piedra cuando los miro y me miento, y me quiero creer algo y soy uno más. Un número más. Revolución es pintar mi nombre donde todos los vean aunque nadie quiera mirar, donde signifique mar y oleaje, tormenta de luces y clara oscuridad. Que el mundo deje de ser mundo y nazca con un nombre propio, con mayúsculas y al inicio, intermedio y final de toda película. Como si sólo al escribir tuvieses seis letras en el abecedario, y todo casase con una rima fácil, sin vuelta de hoja.
Revolución es morir cada día para amar cada sol casi tanto como su rostro. O la montaña. La montaña es revolución porque te devuelve cada grito que estrellaste entre arañazos y escombros cuando buscabas una cima que huía y no se dejaba coger. Revolución es la sombra pálida de las estrellas.
¿Revolución?
Nada es revolución como afilar el lápiz con la pared por querer sangrar y no poder, no tener ya más. Y aún así, de lágrimas blancas el papel que se lleva el rayo de sol de invierno que se cuela por la ventana a las tres de la madrugada. Eso es revolución.
Y todo es palabrerío y nada es realidad, todo es puro y puto hedonismo por el placer de purgar el alma como despiojando el lomo de un animal. Igual de salvaje.
Y nada es revolución y todo es cautiverio.
Llámame inconformista, iluso e idiota. Pero mi libertad duerme en la palma de mi mano.














enc.

1 comentario:

  1. Pero aún así seguimos luchando, porque todo se reduce a esa guerra sin nombre que cada uno mantiene para salvar lo que le queda de cordura (llámese libertad, amor o muerte).
    Lo único que nos queda es la revolución.
    Queramos o no.

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