viernes, 11 de febrero de 2011

Decíase herido. O herida.
Rezaba poeta.
Una dirección cercana a la noche.
Lindando con una brecha de luna.
Supurante.
Un número de serie.
Un código de barras.
Una casualidad.
Una tarde. O dos.
O ya era noche.
Un disparo a la cabeza,
una bala al corazón.
Un transeúnte solitario,
un alma errante,
un ideal desconocido.
Cine en las calles.
De invierno enero.
De primaverales versos.
Se marcha el sol.
Se lo beben los kamikazes,
dispuestos a un suicidio
por el que renacer.
Talibán.
En el fondo no era poeta.
Ni yo.
Ni pretendía curarse.
¿Dejar de ser herida?
Yo empezaba a ser arañazo.
Asomaba un diamante escarlata.
Comenzaba a engordar,
a dejarse rodar.
¿Y si somos dos heridos?
Que nos cure la palabra,
o el beso,
o el mañana,
o el qué más da.
Herida hirió.
Eramos dos heridos graves.
De muerte.
O de vida.

Decíase herida.
Poeta llamado herida.














enc.

4 comentarios:

  1. No se me ocurre qué decir sobre la entrada, así que antes que decir cualquier idiotez, seré rapido y conciso: me gusta, y mucho :)

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  2. Me has recordado a Hernández: "llegó con tres heridas: la de la muerte, la de la vida y la del amor".
    grandísimo final, llamémosle herida entonces.

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  3. A mi me dedican eso y mojo las bragas a tope así te lo digo.

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