sábado, 16 de enero de 2010

-Espera.
Pausa.
-Tengo que hablar contigo.
Pausa.
-Verás... necesito decirte algunas cosas.
Pausa.
-Bueno. Ya sabes que hace poco me compré un par de alas. Sí, las venden. Aunque no creas, me costó bastante encontrarlas. No eran muy caras; sólamente me pidieron a cambio un trozo del corazón. Ni siquiera me dijeron qué parte, ni cómo debía de ser ésta de grande. Tuve que volver a casa a por él. Ya sabes que nunca lo saco de casa, por si lo pierdo o lo dejo olvidado en cualquier parque. ¿Sabes? Me costó mucho rato decidir qué trozo cogía. Es que está demasiado mutilado, pensé, y el trozo va a quedar feo y sin forma. Igual no me lo aceptaban en la tienda. Fui a la cocina, y busqué el cuchillo de la mantequilla. Cuál fue mi sorpresa, cuando al volver intenté seccionar un trocito, pero estaba demasiado duro y ennegrecido como para que con una pequeña espátula sin filo pudiese cortarlo. Tuve que volver por el cuchillo del pan. Ya casi era de noche, y pensé que habían cerrado ya la tienda. Corrí el último tramo y llegué jadeante. Aún estaban mis relucientes alas colgadas en el mostrador. Entré, y dejé cuidadosamente el paquete de papel que relucía rojo, en carne viva. Me dijeron con voz triste que eso era demasiado poco. Abatida, desenterré del cajón el resto de órgano, y desee con fuerza que fuese suficiente. Está podrido, me dijeron. Cómo, pregunté yo, si late perfectamente. Me dijeron que así no les servía. Que era feo, ceniciento, estaba encogido, y era pequeño. Me dijeron que nadie lo compraría así. Triste, regresé a casa.
Pausa
-No tengo alas. Te mentí. Cuando te llamé, te mentí. Quería que te sintieses orgulloso de mí. Que pensases en mí como alguien importante, capaz, inteligente y que pudiese de volar. No puedo volar. No sé volar. Tú vuelas, y yo me muero de ganas de subir contigo, de sentir el viento contigo, de suspenderme en las nubes como tú. Quería escuchar tu alegría, tu satisfacción; quería sentir tu risa sincera ante mi mentira cobarde. Quería que fuese de verdad, por encima de todo, y quería que haciéndote creer que era así sentir que no te estaba mintiendo. Quería despegar los pies de la tierra, y poder alcanzarte. Pero siempre estarás por encima de mí. Siempre. Ahora debería decirte que lo siento. Que no debería haberte engañado, ni abusado de tu confianza. Pero no es así. No lo siento, no lo siento porque sé que lo volvería a hacer, por ver por un instante tus escasos te quieros convertidos en realidad. Por beber del orgullo que desprende tu voz. Siento esto. Siento no tener alas, eso sí que lo siento. Al igual que siento no poder llegar a alcanzarte, ni subir a los cielos de tu mano. Siempre iré detrás.
Pausa
-Quiero darte un regalo. Sé que no merezco el derecho a hacerlo después de traicionarte, pero voy a abusar aún más de ti, y voy a esperar a que lo aceptes. Sé que aquí no vale nada, y a los sitios que vas cuando vuelas tampoco. Pero también sé que te pueden dar algo por ello en otro lugar. Allá arriba hay un cementerio, más lejos que el cielo de día. Sé que la gente muere, y entonces sus corazones quedan allí. Y que allí les dan un par de alas, para que puedan seguir su camino hacia el cielo de noche. Llévate mi corazón, y quédate mis alas. Cuando el viento se lleve el tuyo, y te deje caer a un vacío y te arranque las tuyas, usa mi corazón. Podrás seguir volando. Podrás seguir suspendido en las nubes, como haces ahora. Podrás perderte entre las estrellas. Podrás volar, y yo, mientras, podré seguir viéndote hacerlo. Ese es mi regalo. Yo no puedo volar, pero una parte de mí lo hace cada vez que tú surcas los cielos.













enc.

1 comentario:

  1. Eres demasiado buena.

    Por la mitad de eso muchos querrían ese "podrido" corazón latente. :)

    ResponderEliminar