domingo, 10 de enero de 2010

Demasiadas veces he pensado en las palabras como arma afilada que desgarra la piel y permite hacer volar el corazón y todo lo que tras su celosía se cobija.
He sabido que pongo a disposición de los ladridos de una jauría de perros y a la voraz represalia de una idea contraria todo pensamiento en carne viva que me despelleja por dentro. A pesar de saber que he labrado con mis propios verbos mi propia cárcel, y que he hecho cada barrote de nombres y cifras, no he dejado de saber que mientras haya ventana que amanezca al día habrá una ilusión que podrá alzar el vuelo.
Sé que soy tan sumamente pobre que no puedo ofrecerte más que hilos de tinta entrelazados, y que ni siquiera son de oro o plata. Esto es todo lo que tengo y lo que puedo entregar a cambio de tener entre mis huesos, encajados, los tímidos pasos que me instas a pisar, con los ojos cerrados.

Y el aire que me sobre alrededor, y el tiempo que se quede en nada
.

Me gustaría, hoy, poder sacar algo que sea capaz de hablar por mí, y te haga ver lo que mis ojos ven cuando están ciegos y se iluminan. Me gustaría que entendieses lo que se agazapa detrás de cada palabra.



Felicidades.














enc.

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