jueves, 28 de enero de 2010

Entre calada y calada cantando, allá por las calles desiertas de las tres de la tarde de verano. Haciendo eses con el sol, jugando a luces y sombras, y abriendo los brazos al cielo.
Les presento a los días felices de placentera inactividad. A la irascible ontología repleta de oníricos pensamientos reflejados en el mar de plata.
A los largos paseos a ninguna parte y la estancia de por vida en el perfil de un árbol ventoso.
Olvidé los relámpagos de pena y las tormentas de lágrimas. Escuchando a Sabina, deambulándo entre espinos de rosas y capullos en flor.
Y el tabaco de mano en mano, pasaba las horas entre ceniza y cenicero, y los aros del humo son collarines a las risas inoportunas.
Conociste una dama de vestido azul, y mirada verde.
Te prendiste enamorado, caíste a sus pies, anclaste tu corazón a su andar, y suplicaste por su amor.
Decías de hablar de libertad, de bailar libertad. Baila, baila, decías, que esclavo que baila es libre. Ibas borracho de ideales y palabras, bebiste demasiado, drogaste tus sentidos y ya no tenías dolor. Las barras de los bares aguardaban a que volvieses, ebrio a devolverte las piezas del puzzle con las que fuiste pagando cada trago.
Eras un enamorado de la vida, por encima de todo. Por encima de la dama de azul y verde. Pero no permitías que besara los labios dulces de otro sobrio soñador de tejados, y llorabas de rabia y celos cada vez que abandonaba tu regazo y huía a la luna a espiar a los enamorados que se amaban en los portales.
Te faltaba inspiración para cantar en el metro y desgañitar las notas en las zarzas de tu garganta. Raspaba la lija que pulía las cuerdas de tu guitarra, porque el violín que se deslizaba por la piel de tu amada era demasiado suave para tu gusto de alcohol en vena.
Hablemos de libertad. Y los diálogos entre borrachos y contenedores te llenaban la vida, reventabas por dentro, aunque a la mañana siguiente no recordases nada.
Vivías por una dama azul y verde, y morías cada noche por un trozo de tu libertad, que hallabas agazapada al fondo de botellas y colillas. Eras preso de unos ojos inquisidores y bellos, y libre con un corazón bombardeando alcohol.
La libertad se compra, el preso siempre es preso de sí mismo.















enc.

1 comentario:

  1. No sé porqué me recuerda a mi este texto, pero me gusta mucho :)

    "Baila Zarité, baila, porque un esclavo que baila, es libre" QUe tremendo

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