sábado, 26 de diciembre de 2009

Cuando voy caminando descalza siempre pienso que me pincharé la planta del pie con cualquier piedra puntiaguda que, sin querer, pise. No sé por qué pienso tales cosas, ya que nunca salgo descalza a darme largos paseos.
Hace unos tiempos decidí deshacerme de unas viejas y pequeñas botas revestidas de niñez, con cordones puros y que aún no habían echado a volar. Al principio me gustaba ver las caras de la gente cuando se fijaban en mí, porque siempre se sorprendían de mi tibia desnudez. Yo nunca miraba al suelo, y no sé por qué. Todo era nuevo, recién comprado, y brillaba. Estaba encantada con mi nuevo juguete, y no hacía más que poner carteles e ir al cine y proyectar en la pantalla lo mucho que lo quería.
A mí me ocurría que siempre crecía y las palabras de alrededor burbujeaban a veces tanto que me sumergía sin saberlo en un mar de refrescos con gas. No me importó mucho porque flotaba, y me dejé llevar por las corrientes de medio vaso vacío. Cuando estrellé mi cuerpo contra un árbol y me hice un chichón en el corazón me dí cuenta de que ya no me gustaba, y que lo que quería era taparme con un edredón de plumas en mi cama y no salir en cinco noches.
Los colores me echaban de menos y me hicieron vomitar. Tragué la saliva ácida, pero me volví a envolver el cuello con su gama de tonalidades. Yo, por aquel entonces de relojes de granos de arena, me balanceaba en una sonrisa de cristal, y no me molestaba columpiarme en una media luna, aunque a veces resbalé y casi doy con mis huesos en algún tejado.
Un día amaneció, y casualmente estaba en vela para verlo. Nunca había visto un amanecer, y me gustó tanto que decidí apresarlo en una camisa de fuerza. Me la pongo cuando está anocheciendo, y así me acuerdo.
Me compré un par de grandes y pequeños calcetines, para en invierno poder bañarme en el mar sin sentir demasiado el frío. De tanto usarlos se deshilacharon, pero eran tan bonitos que aún conservo su luz del mar.
El pelo me llegaba por las rodillas, y pensé cortar por lo sano y bajarme del barco. Siempre preferí la tierra firme y la balsa anclada. Iba a tanta velocidad que me dio mucho miedo, pero cerré los ojos. No miré, pero aún así sentía los cortavientos chocando contra mis ojos.
Hoy es el día del barco. Y en la borda cuento las piedrecillas con las quee hice el collar de todo. Estoy pensando deshacerme de él; arrojarlo e ir yo detrás, o sólo dejarlo en cubierta y ahogarme mientras flotan tras de mí.

Mientras tanto, estoy mirando las estrellas. Creo que es la única forma de perder el tiempo pensando que no lo estoy haciendo.














enc.

3 comentarios:

  1. Ayer vi una constelacion con forma de interrogacion.
    Veridico.

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  2. Mientras tanto, estoy mirando las estrellas. Creo que es la única forma de perder el tiempo pensando que no lo estoy haciendo.


    :) Totalmente de acuerdo

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  3. "Nunca había visto un amanecer, y me gustó tanto que decidí apresarlo en una camisa de fuerza. Me la pongo cuando está anocheciendo, y así me acuerdo."


    Tengo una buena colección de amaneceres fotografiados... Siempre está la cámara preparada para disparar al nuevo día y así poder mantenerlo en mi retina... Por suerte, he conseguido que mis hijos miren por su ventana nada más poner el pie en el suelo, así tenemos algo más que compartir

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