jueves, 15 de octubre de 2009

Vestida con chaleco de arlequín y maquillada entre bastidores por un pincel de brocha gorda, sale a la calle a vagabundear entre claros de luna y sombras de farolas.
Piensa así en entrar en un bar, y cazar de la noche algún beso robado y un billete de metro. Tropieza entre las mesas hasta descubrir una silla de tres patas coja de dos en una esquina, y cruza las piernas mientras rasca la piedra del mechero e ilumina la punta de un cigarro.
Dos camisas abiertas hasta el tercer botón y una cresta de graso pelo se acercan bailoteando, sabedores de presa fácil y polvo rápido. Invitan a conversación banal y copa de cristal fino y barato.
Olisquean el aire viciado y contagian con humo mohoso la titilante luz amarillenta de polvo, que cuelga de una bombilla de cable pelado.
-Princesa.- acaramela la última frase, y alarga sin vacile la mano, y veloz amarra un pecho entre los dedos.
Resoplan como ganado, y bufan sonrientes mientras apuran los vasos.
-Vamos, princesa. Vamos a un castillo digno de reinas.
Radian el poder de la dama de tacón, y empujan con disimulo los músculos escondidos, por adueñarse de la mano de la joven infanta.
A sus pies despliegan pétalos de rosa con olor a whisky, y entre la colillas muertas y las servilletas arrugadas, se entrechoca el caminar de la elegancia y el golpear de los mulos.
El deseo no entiende de costuras, y desemboca en una bocacalle dos calles más abajo del antro.
Un par de gritos, tres jadeos y cuatro besos. Un adiós.

Acelera el paso recolocándose la falda y mesándose los cabellos. Saca el espejo del bolso y frunce los labios. Aumenta el volumen de una canción mecánica, mientras entabla conversación con una lámina de hojalata, empujándola para entrar en un búnker de las calles.
Repite la jugada, y en los dados le salen treses y cincos. Recorre la noche, entre parada y parada, hace la ruta del vino. No mira a los ojos, no tampoco mueve las manos.
Otro jadeo, y tuerce la esquina.
Se ríe entre dientes del amor de la mano. Siembra amor en las calles, y se enamora en las paredes. Quién pensó que el amor es para dos.
El amor, en la calle.
En la noche.

-Princesa, ¿juegas?













enc.

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