jueves, 8 de octubre de 2009

Me ha dolido verte, y no debería haberlo hecho.
Nunca entenderé porque si ardo en avidez por tenerte cerca me destripa tanto el interior cuando lo hago.
Se me desboca el trote pletórico de ansias del corazón cuando es tu olor y no es tu cuerpo. Cuando te intuyo y no te ubico.
Cuando te dibujo a boli azul, y espero que cobren vidas las temblorosas rayas del papel para que camines a mi lado.
Nunca sabré el motivo plastificado que llevo en el bolsillo por el que salgo a la calle sólo para esperar cruzarme contigo. Y no lo entenderé cuando creo verte en cada rostro de la gente.
Reconozco que paseo el móvil a todos lados por si suena tu llamada. Y reconozco que es profundamente desolador oír una voz que no es la tuya.
Acelero el paso cuando traspaso la puerta para llegar a la boca de un buzón que aborrece mi mirada, de verme día tras día, para de nuevo como platos tapar mis ojos la luz que penetra en el tragadero, y cerrase abatidos al hallarlo vacío.
Temo estar contigo y mirar el reloj, me da pánico el momento en que digas hasta otra. No puedo soportar verte ir, y no puedo soportar quedarme estancada entre viandantes que caminan con prisas, ajenos al eclipse que se produce ante sus cegadas mentes.
A veces de tanto imaginarte pierdo tus rasgos, y un horrible miedo me acecha bajo las visagras de las puertas, como una sombra a la espera de la extinción de la luz.
De tanto soñarte confundo realidad y vigilia, una vaga idea que cobra vida cuando parpadeo y fuerzo el pensamiento a una verdad endeble, que se despeja como neblina en mañana de invierno para dar paso a un turbador abrazo helado, que irradia aliento gélido.
En los libros siempre hay un personaje que está inspirado en ti. Me pregunto si es tu personalidad el producto de mis tantos delirios de alcohol, y veo entre el humo de una hoguera lo que mis manos quieren tocar para caer en la cuenta que no son más que volutas de un escuálido escritor. Que inspira personajes en toda una carrera de sentidos y sentimientos, y que yo resumo en un nombre propio.
Me he dado cuenta que barajando las letras de la inmensa mayoría de las palabras sale tu nombre; y en el caso de que una letra falte en su lugar, es posible resolver el puzzle rimando la palabra más bella con aquella. Y saldrá tu nombre.
Es tarde de octubre, y llueve en las calles. Su gotear me suena a música y canciones. Y de pronto, encuentro sentido a todas aquellas que de mediocres fueron indiferentes a mis gustos, pero siendo éstas predilectas y encantadoras para tus sentidos del corazón, he amado todas ellas; y de todas ellas entre los ecos oigo tu voz cantando mezcladas con las gotas de lluvia.
He sentido tu calor muy lejos, pero me ha calentado el alma, y he recordado unos brazos que mecen una cuna de niño chico.
Me siento débil, presa de una cobardía arrolladora, pero en realidad, quiero sentir dolor para que seas tú quien me cures.
Me ha dolido verte, y no debería haberlo hecho.














enc.

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