martes, 15 de septiembre de 2009

Esta es la canción que se oía sobre la vía de tren, entre railes de óxido y carbón desgranado.
Esta es la canción de una guitarra de tres cuerdas, una voz descolorida, una reivindicación al viento, y clamor a lo perdido.
Podía oirse una de cada cuatro noches. Cuando vagabas entre estaciones, o cuando colgabas tus pies del cielo. Podía oirse cuando todo falla, o cuando todo va demasiado bien. Podía el eco revotar en los pedazos de los corazones semienterrados en recuerdos. Cuando caían las lágrimas de los enamorados al mar. Cuando todos lloran, o cuando todos quieren sonreir.
Podia oirse cuando estabas de pie. Buceando dentro de un mar de adioses. Podía sintonizarse en todas las radios que funcionasen con pilas a punto de acabar. Podía entremezclarse en los labios de una despedida sin retorno, de un final anunciado, de una cuerda de deshilachadas hebras, tan tensadas que revientan como un tambor.
Podía oírse cuando miras el mar. Y no dices nada.
Podía retumbar en tu pecho cuando la bala ya ha calcinado el pulmón. Quizá vibre en la herida.
Podía una guitarra decir lo que no puedes expresar. Y una canción desconocida, y una voz moribunda, y una mano desafinada, y un rasgar furioso, y una nube cabrona que siempre tapa la luna.
Por qué siempre al final algo falla. Dura un instante, entre acorde y traste. Y la garganta asesina improvervios. Consecuencias, a causas fatales, a entierros de imaginación.
Llamó a mi puerta. Dijo de nombre "soy la canción que escuchas cuando sabes que vas a morir".
Y no lo sabía. Pero me lo cantó.
Le deje entrar.
Entre las cerraduras y los pomos, entre los gozones. Una marcha fúnebre.
Nunca dejé de oirla. Nunca.
Una guitarra suena... suena...












...suena...














enc.

No hay comentarios:

Publicar un comentario