domingo, 27 de septiembre de 2009

En las ventanas abiertas se tienden,
a todo trapo,
las sonrisas sucias de usar a diario,
llenas de goterones de grasa
que lubrican los gozones
de las puertas de los caminos.
En las brújulas del norte,
se instala un sur cretino,
que miente,
que miente,
y no truena el edén
cuando un tren silba en el andén,
y se anuncia por megafonía
y sólo suena una sintonía,
que recuerda a las paredes de prisiones,
donde yacen cuerpos de revoluciones,
cenicientos de orgullo,
y llamas de prejuicios entre murmullos.
Perecieron en una guerra sin fin,
en una idea afín.
Cuando en los ojos cristalinos,
de la pureza del destino,
transpapela el odio,
y narra la fobia el episodio,
el episodio,
de la cruenta muerte de la sonrisa truncada
por un pincel sin madera empapelada,
sobre la que cincelar con navajas
mil historias de vidas desmanteladas.
El holocausto de un alma de tabaco,
ahogada en efluvios de amoniaco,
abrazada a un quebranto
que tirita cada noche de espanto,
cuando asoma la luna y es de día,
cuando no acaba la apatía,
cualquier sentimiento que late,
al ritmo exuberante del combate.
Y se aproximan las espadas en punta y sangre,
y del hierro forjado gotea la palangre,
resultado de jugarse a trampas un cuerpo de alambre,
y por obtener el laurel que corona la testa
y una medalla al pecho que conjunta, con ésta, enhiesta.
Por acribillar el hambre al agua,
y hundir la sed en la fragua,
con la que fundir el perdón
que ondea en un ancho pendón.
Perdón inamovible en un muro de cartón,
forrado de venas que desembocan en todo corazón,
como se dispara de la lengua un sucio bribón
que suena a música de silencio y resignación.
Y acepto.
Acepto la mano que me tiende tu palabra endeble,
y me creo lo que chispea por tu fanal,
que veo a través de las nubes en faro austral.
Navego en una deriva que sabe a equilibrista,
y con miedo camino en la cuerda derrotista,
con tan solo una vara de promesas que me sustenta
a un verano nevado que no contenta,
al otoño reseco, de los días de llantos
y lluvias torrenciales que golpean de canto,
y solo calan en el lado del llanto.
Se aproxima el final donde caigo al suelo,
sin consuelo,
sacudo a ramalazos los alfileres de caramelo,
que al chupar endulzan el cielo,
pero que tras lamer dejan en la lengua restos de miedos.
Me abro la camisa y saltan los botones,
y cuando rescato del nudo de jirones
lo que queda del órgano y sus adulaciones,
niebla una pregunta mi cabeza,
que no oso responder con certeza,
pues desconozco toda naturaleza,
por la que hoy,
por la que hoy,
destino mi tiempo y empeño
a la conquista de un imperio
edificado en una pirámide de esquelas
que con un soplo de las tinieblas,
acabará derruido y siniestrado
y mi vocablo de arma abandonado.
Abandonado, como una palabra.
Como un sólo montón de palabras.













enc.

3 comentarios:

  1. La sensibilidad de tu poesía es increible.Creo que me gusta aun más que tu prosa.
    Jeeeeeeeeeeefaaa!

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  2. Increíble, aunque disiento de Celia, a mi me gusta más tu prosa :)

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  3. Que les fucken a los dos de arriba. Chss, cuando creo que pierdo la ilusión leo esto y resurge :)

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