viernes, 10 de julio de 2009

Cacabelos, 27 de Junio de 2009

Sol, calienta mi piel,
bajo el cielo estrellado,
despierta tu olor.
Es tardío el rosáceo vespertino,
mas aún en mis piernas sufre el camino.
No quiero ayuda, no soy frágil,
aunque me rompa
y de mis pedazos, cenizas de marfil.
De la brisa y de los vientos
constantes alientos;
del verde y el amarillo
el canto de un grillo.
Canto rodado, kilómetros,
sumas que restan
a una cifra redonda
que asusta y teme.
Bronceado el campo,
bajo el que camino.
La huella, perenne, de años
de historia, de pasos
y de pesos.
El camino de las estrellas,
entre constelación, contemplación y norte,
de vieiras los muros,
a derecha, al frente.
Siempre al frente,
guiar herrumbroso y viejo.
Viejo, viejo y oxidado,
limpio cada día, de suelas
y suelos, que barren leyenda.
Un aliento, antes exhalado;
ahora, vive en mis labios.
Atrás, dejado rastro,
dejado tramo,
fin y principio.
La ruta al sol,
pasa por la luna, bajo su resplandor azulado,
se oye al amanecer:
Buen camino, peregrino.












enc.

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