lunes, 22 de junio de 2009

¿Y si se cayese el mar?
Abofetearía con fuerza mi cara, y arañaría mi piel.
Desgarraría con saña mi carne, y mancharía sus dedos con mi sangre.
Sepultaría bajo sus algas todas mis soledades, y mojaría mis quimeras, apagando su fuego trémulo.
La corriente arrastraría hacia las profundidades los restos de mis recuerdos, y las cenizas calcinadas de mis llantos. Las esquinas amarillentas de los besos nadarían a la deriva, y chocarían con los restos náufragos de un viejo velero.
Despertaría del letargo en una playa de fina arena y basta roca, y escupiría por la boca tragos amargos de sal. Hallaría entre mis uñas restos de músculo y sangre reseca, resultado de la encarnizada batalla librada a las olas.
Si se cayese el mar, mantendría mi cuerpo álgido, y mi puño en alto. Aguantaría estoicamente en envite atronador del agua chocando contra mi figura, y plantaría los pies en la tierra, para así evitar las corrientes presurosas que arrancan la tierra.
En mi mano cerrada y mis dedos crispados, guardaría una vela. La mecha encendida de ser luz cuando quema.
En la otra palma, una rosa despellejaría la capa de mi piel con sus pinchos punzantes, y su corola roja teñirá el océano de pétalos perfumados.
Cuando cese el infortunio, y sean arroyos los que naden entre mis pies, bajaré la cabeza.
La humedad que chorrea por mi tez evaporará el miedo, y volverá la plenitud.
Plantaré la rosa en la tierra, treparé a la copa del árbol más alto, y desde allí lanzaré un barco de papel. Con presteza y habilidad, saltaré el cielo que me separa, y aterrizaré en su cubierta. La vaina de un banano, o la espiga del trigal, serán mis remos; y el canto de los grillos, la sonata de abordo.
El ángulo recto, la tangente, la hipotenusa; el verbo morir; la sed de vida, el semicirculo, la firma, la fecha, el año, la tecla espaciadora, o las flechas blancas del asfalto. Las tildes en las esdrújulas, el café caliente, el tono blanco y la pintura verde; la luz del sol, el uno de julio, el seis de mayo; las manecillas del reloj, el minutero; el pretérito compuesto, el condicional, los hipérbatos, las síncopas y los romances; Julio César, Napoleón, Spiderman o BP. No existen.
La lluvia no empaña, y el demonio no incordia.
Que importa si el cielo aún sigue en su lugar.
El mar se ha caído.












enc.

3 comentarios:

  1. El pelo corto inspira de lo lindo :)

    ResponderEliminar
  2. DIOS! Simple y llanamente no podría añadir nada más sin poner a gritar como una colegiala histerica. Eres fantanstica

    ResponderEliminar
  3. "Las esquinas amarillentas de los besos nadarían a la deriva."

    Qué genial eres.

    ResponderEliminar