domingo, 7 de junio de 2009

Me miraba.
Me miraba con la cabeza baja y los ojos cerrados. Pero sé que me estaba mirando a mí.
Si entrecerraba mis ojos podía ver el escalofrío que le hacia moverse, imperceptiblemente. Tiritaba todo su cuerpo, como si estuviese helado por dentro, y emanase frío de su piel. Estaba segura de que si le tocaba, un ramalazo de corriente estremecería mis huesos.
Levantó la barbilla, y posó su mirada en mis pupilas. Fue solo un instante, pero sus luceros de luna guardaron el reflejo del agua, y desbordó mis lágrimas.
No abrió la boca, no articuló palabra, pero me gimió. Gemían sus ojos, mustios, vacíos. Noté el sabor agrio en la boca, el gusto a metal del dolor. Puso sus palabras dibujadas con cuchillo en la piel, sangradas por el corazón, en mis ojos. Decía que tenía miedo, que tenia soledad. No supe devolver lucidez a la sombra de sus cuencas vacías, y un trozo de su angustia duerme conmigo cada noche.
Puso su esperanza en mis manos, la ración más roja de su descolorido corazón, el olor de la mañana, y el verde de la promesa. Vendó sus ojos a un candado, y me colgó la llave del cuello.
El rayo de sus iris me acusaban. Me susurraba, no levantaba la voz, no gritaba. Me hubiese gustado que lo hiciese. Su rabia no estalló. Explotó en su interior, y no permitió que me salpicara. A pesar de todo, no consintió que manchara mi impoluta y asquerosa coraza de orgullo.
Dentro de mi armadura, algo se derrumbaba. Noté como caía al suelo, y se desmenuzaba en multitud de residuos. No importaba. No servía. Ya no.
Le había fallado. Y a pesar de ello, no me odiaba. Le había fallado. No podía imaginar su daño, aunque veía en su gesto las llamas que le quemaban y consumían por dentro.
Deseé ser yo. Lo deseaba, deseaba arder con él, y arrancar algo de su calor y sentir la agonía que le calcinaba.
Prefería miles de puñales atravesando mi piel, y notar la sangre negra chorreando por mis brazos. Prefería nadar a contracorriente en un mar bravío. Prefería soportar la descarga del tronar de los rayos de tormenta en mis huesos. Prefería gritar de ira, y pelear con mis puños contra la roca. Prefería beber hasta rebosar, y no respirar jamás.
Pero no podía hacerlo.
Solo podía mirar sus ojos.
Solo podía mirar sus ojos que, a pesar de todo, aún me amaban.












enc.

5 comentarios:

  1. Perra!!
    cómo escribes así?
    idem qe v.r.s
    Bravíssimo

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  2. y de qué sirven las sonrisas cuando no voy a poder estar con vosotras? cuando, despues de estar preparando algo, os abandono, y todo porque soy estupida?

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  3. la de arriba soy elena, que no se como coño comenar x aqui...

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  4. No sé por qué estás en el tecnológico, deberías estar en letras y hacerte escritora.

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