viernes, 4 de marzo de 2011

Se quiso beber cada gota de tu ácida piel. Quiso no ser un fracaso y dos victorias. O dos aciertos y una derrota. Pedía ser un hombre y un rostro, unas manos amadas por la mujer que le quemaba. Como todos. Filosofía barata, de garrafón y noches sobrias; y algo de azúcar por eso de endulzar el alma. Pero todo eran drogas duras: el amor, sus manos, el vaso. Y es que era un crápula y siempre lo había sido.
Siempre eso de quererse algo, de querer ser algo, de creerse algo. Como todos. ¿Tú qué pides? Unos, la pedirán a ella. Sólo a ella. Que si su olor, sus ojos o su sonrisa. O su perfume, también piden su perfume. Románticos enamorados de la luna, que le cantan versos que se les trastabillan en la garganta al volver a casa ebrios de soledad. Y entonces se acuerdan de ella, de la luna. No de la otra ella. La otra ella es para las mañanas de dolor de cabeza y llanto disimulado al pasar la mano por debajo de la almohada y no de su cuerpo.
Como todos.
Su caminar, su palabra suave, el lunar de su barbilla. Y el de debajo de la rodilla. Su letra puntiaguda, su blusa azul, sus maullidos de chica gato, sus ocho de la mañana de los domingos y su dedo en mi párpado izquierdo. Su lado de la cama. Y todo que aún no es suyo pero que puede serlo sólo si pongo "su" delante de su nombre.
Y se pasarán horas mirando por la ventana y fumando sin parar contándote hasta la última tonalidad de su amarga piel. Y qué. Como todos. Como todos los que aman y que difuminan su gris existencia de desprestigios y errores con su nombre. Pues sí.
Y ya no hablan de la muerte porque no la conciben: están con otra mujer. Ni del dolor: en su cama sólo caben dos. Ni del dinero: desnudos no hay donde guardarlo. Ni de la rabia, del sinsabor, de los bares de copas en la barra, de las tres de madrugada ante la televisión, del buzón que sólo recibe polvo y de la comida para uno. Hay que agrandar la habitación, el salón y el corazón. Ya no vives solo y la cama está siempre revuelta. Como todos.
Como todos.
Todo el cristal es rosa y nunca llueve y todos te sonríen por la calle. Ya sabes. Que si felicidad.

Como todos, o ya no sé si como nadie, pero seguiremos pidiendo. No vaya a ser que seamos felices sin darnos cuenta.














enc.

1 comentario:

  1. Como todos y como ninguno a la vez, quizás. Todos somos bipolares y opuestos.
    Qué gran texto...te ha quedado absolutamente redondo.

    ResponderEliminar