domingo, 7 de marzo de 2010

No he vuelto a querer.
Volar.
Se revuelven. Borbotean.
Rebosan.
Arden.
Volver es mi destino.
Con tres dedos.
Y un horizonte.
Una baraja de cartas. Una parada.
Un cigarro y un beso.
Un hasta luego.
Libros con hojas como yunques que se abren como presas y bocados sin sabor en la lengua. Sangre entre los dientes.
Abrazos rotos con espejos entre los huesos que se clavan hasta en el costado y las manos ya no supuran y los ojos ya no respiran y todo se ha muerto después de una flor.
Y cantan los menesterosos entre cubos de basura que retumban con tambores por el cuerpo y danzan entre botellas y soplan cuellos para que salgan adivinos y tres deseos entre sus uñas negras y alquitrán.
Párate.
Que me tambaleo.
Párate. Que ya no sé volar.
Agárrame que me caigo y me revuelco y entierro mis dedos de carne seca en lagrimales azules de mares y tormentas. Apriétame que se me caen de los ojos piedras y me chafan los pies porque livianos los pensamientos que dejo de lado y pesados los que sepulto bajo lápidas sin sonrisas.
Déjame. Que ya no quiero querer.
Dame la llave del tiempo.
Que me voy a encerrar en un baúl y con rumbo al sur. Queman los aires de norte y rajan. Las venas me cortan.
Punto y final.
Dos puntos. A lo mejor hoy hasta me como las comas.

Ya vomitaré después. Al anochecer.














enc.

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