martes, 24 de febrero de 2009

Cuentan las malas lenguas que el futuro es el pasado en el presente. Cuentan que toda persona de provecho debe sentarse un día entero, en la más absoluta soledad, y cerrar los ojos, y conocerse como nunca conoció a nadie. También, al llegar la vejez, ha de mirarse las manos, y contarse las infinitas arrugas que marcan su piel. Cuentan que para arreglar el mundo primero hay que arreglar la ventana a través de la cual lo miramos. Dicen que no se es hombre sin haber plantado un árbol, tenido un hijo y escrito un libro. Así mismo, nos gritan que gritemos al mar embravecido, intentando usurpar su gélido oleaje e intentando encubrir su tronar con nuestra voz. Cuentan las malas lenguas que no se muere hasta que morimos en el cuerpo del ser amado, y que no explotamos hasta que logramos despegar los pies del suelo. Cuentan que se es hombre hecho, si logramos vivir haciendo vivir al desvivido. A su vez, claman que a más sonrisas sembradas más años de prosperidad recogemos. Nos dicen, que nos tumbemos al sol de invierno, bajo la hojarasca del otoño, a mirar las nubes difusas. Y por la noche, nos arrodillemos en lo alto de la montaña, con el silencio como único compañero, y le susurremos palabras bonitas a la luna.
Y yo me pregunto, ¿es cierto, inepto ser, que el dinero te da la vida?












enc.

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