sábado, 25 de junio de 2011

Tan repleto el firmamento de mis manos que se alzan para coger todos los puntos de luz. Una autopista de sesenta minutos por hora en un carril lento. Son farolas que se desdibujan, hilos brillantes que veo desde el cristal opaco de mi realidad. Mi única y puta realidad.
Pero me acaricias y ronroneas a las doce de la mañana, me despiertas con los ojos cerrados y sonríes. Ayer jugamos con las estrellas fugaces. Fumamos tantas palabras... bebemos el humo de aquella canción, de aquel brindis con cerveza caliente.
Primer deseo: un deseo. Me preparo y salto. Tú ya ibas por delante. Rozabas el suelo, volabas a ras. Segundo deseo y pum. Disparo dentro. Aquel silencio de tu voz que guardaba el destello del parpadeo. La tercera tuya. La cuarta mía. O viceversa. Vuelve a tirar. Este es el juego de nunca acabar. Mira si hay cielos que buscar y estelas que seguir. Y nuestra única realidad. Puta realidad.
Pero a mí me gusta. Que le jodan al resto.
Ayer era mi cielo y tu cielo. Y nuestras cuatro estrellas fugaces.













enc.

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