lunes, 2 de marzo de 2009

Con el ceño fruncido y de brazos cruzados, quiero patalear hasta agotar, quiero como un berrinche de niño llorar sin lágrimas por un juguete roto. Y esperar que venga mamá a con un abrazo calmar todo dolor que me impide levantar del suelo; y cogerá mi juguete roto, inservible y ya olvidado y lo dejará criando musarañas en el fondo del cajón, pues yo busco ya otro monigote cual atractivo impacte en mi nueva visión feliz del minimundo de la estantería. Lo golpearé, reiré con él, correré hasta desfallecer, lo querré, dormiré abrazado a él, y lo olvidaré un día, por otro impresionante deslumbre de plástico y tela. Si me parará a enumerar los cuantiosos juguetes amados y olvidados, me daría cuenta que no puedo recordar todos los que creo pueblan mis recuerdos, tan solo de los que nunca experimenté sentimientos inmensamente profundos, mas su presencia siempre era grata, puedo rememorar nombre, rostro y vivencias. A los otros, a los que quise tanto hasta aborrecer, no guardo más que neblina ilusoria. A los que siempre en la estantería han estado, remendados y sucios y viejos, casi siempre dejados, casi nunca olvidados, enorme sonrisas atesoro en ellos.

Creo que esta noche, antes de cerrar los ojos, abrazaré mi infancia y no tan infancia de recuerdos, y prometeré jamás olvidar... os.












enc.

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